El análisis de las actitudes de cien parejas, 50 con mascota y 50 sin mascota, reveló que los propietarios de un perro o un gato son más sociables, con más contactos exteriores, que los que no lo son.

Los propietarios de una mascota tenían la presión sanguínea más baja que los que no tenían mascota, con una presión de 115 de media, frente a 135.

Cuando se enfrentban a una situación de estrés, la presión sanguínea de los que tenían un animal doméstico ascendía a un máximo de 125 y rápidamente descendía a los niveles normales.

Los miembros de las parejas que no tenían ninguna mascota aumentaban su presión sanguínea a 160 en situaciones de estrés y este nivel de presión permaneció cinco o diez minutos.