Los hechos ocurrieron en julio de 1996, cuando Raúl José Veiga, que padecía un trastorno disociativo producto de una prsonalidad patológica, que además mermaba sus capacidades cognoscitivas y volutivas, conducía en dirección prohibida por la autopista A Coruña-Finisterre.

En su recorrido, Raúl José Veiga se encontró con un otro conductor que, para no colisionar con él, tuvo que dar un volantazo que le hizo perder el control del vehículo, el cual terminó chocando contra un talud y ardiendo hasta quedar calcinado. Nadie resultó herido.

Tras señalar que el condenado no recuerda nada, el Supremo indica que varios tetigos le identificaron y relataron su "temeraria" forma de conducir, así como su extraño comportamiento en la carretera.

El Supremo destaca que el informe médico-forense "afirma taxativamente que las capacidades intelectuales y volitivas del acusado estaban reducidas o mermadas, pero no anuladas", por su trastorno mental. Por esta razón, el Alto Tribunal rechaza eximirle completamente de cualquier responsabilidad.

En este sentido, el Supremo insiste en que "el acusado era plenamente conocedor de a enfermedad padecida, que ya le había provocado un grave accidente poco tiempo antes (...) y que no le permitía conducir un vehículo de motor sin poner en grave peligro su vida y la de los demás viandantes, razón por la cual hubiera debido prever la comisión del delito en caso de continuar conduciendo".

De esta forma, el Supremo ratifica la sentencia de la Audiencia Provincial de la Coruña, que condenó al "kamikaze" a seis meses de prisión y un año sin carné de conducir, por un delito contra la segurdad del tráfico con la eximente incompleta de trastorno mental.