Acnur y Unrwa alertan de graves riesgos tras casi un millón de desplazamientos en Irak y Siria

MADRID
SERVIMEDIA

Alrededor de un millón de personas han huido de sus hogares o de sus lugares de refugio en estas últimas semanas en la zona oeste de Irak y noroeste de Siria ante el avance, hasta hoy imparable, de los yihadistas. La situación ha disparado las alarmas de las más de 150 entidades que trabajan con refugiados y desplazados por los crecientes riesgos humanitarios.

Entre refugiados o desplazados forzosos no falta “la explotación, la falta de un abanico o una lona que los proteja de temperaturas que no descienden de los 40 grados y la desesperación de ser exiliados por partida doble”, aseguran a Servimedia desde el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa).

La portavoz de Acnur explica que desde que el conflicto en Irak se recrudeció las imágenes de iraquíes ayudando a sus “hermanos sirios”, pues Siria acogió a miles de iraquíes durante sus conflictos pasados, se han relevado por los ruegos de refugiados Sirios que piden volver a Siria, porque afirman que “si vamos a morir, queremos morir en nuestra tierra”.

Desde Unrwa, cifran que más de un 60% del medio millar de refugiados palestinos en territorio sirio debieron desplazarse en los últimos meses y alertan de que sus recursos sanitarios han mermado un 50%.

Además, hay casos como el del campamento de Yarmouk, hogar de 180.000 refugiados y destruido casi en su totalidad. Hoy, “Yarmouk ha pasado de ser refugio a ser una prisión donde miles de personas comienzan a presentar síntomas de desnutrición”, lamentan desde la Agencia de Naciones Unidas.

Otro caso es el campamento iraquí de Al Qaem, donde cerca de 6.000 refugiados se ven aislados por los conflictos que les rodean y obligan a Acnur a “reposicionar recursos básicos como la harina o el queroseno, a fin de evitar la muerte de estos miles de personas”, explican desde el Alto Comisionado.

Desde el Alto Comisionado tienen claro que “los campamentos de refugiados serán sostenible hasta que los gobiernos, esencialmente el de Líbano y Jordania, quieran” y ruegan “sensibilidad y solidaridad internacional”, pues Europa, por ejemplo, es hoy una “fortaleza”.

La presencia de grupos armados en las fronteras iraquíes y sirias con Líbano y Jordania, donde están más de un millón de de refugiados, encienden las alarmas de estas organizaciones y de las más de 150 entidades que trabajan con quienes han perdido su tierra.

“La población exiliada llega a representar más de un 20% de la población en algunas zonas como el Líbano. Y es prácticamente uno de cada cuatro ciudadanos libaneses tiene un refugiado en su casa, sobre todo en los patios que se convierten en pequeños campos de refugiados”, aseguran en Acnur.

“La situación propicia la explotación laboral de estos refugiados que, desesperados ante un futuro incierto y un pasado que se antoja a ilusión, ven a sus hijos recogiendo patatas y cebollas casi por la voluntad y viven en espacios de unos diez metros junto con decenas de compatriotas desplazados, para poder pagar los alquileres, que se cuatriplicaron tras su llegada”, explican las fuentes consultadas.

Acnur y Unrwa muestran estas realidades con el temor de que “un recrudecimiento en Irak y la falta de soluciones políticas reales hagan de esta realidad algo sin límite temporal”. Para evitarlo llaman “a la solidaridad internacional, a abrir los ojos y mirar lo que pasa a mil kilómetros, pero que llega a sus fronteras por un camino terrible y costoso como el que separa Oriente Medio de las fronteras europeas”.

(SERVIMEDIA)
23 Jun 2014
DPG/pai